Tag Archives: viaje

Javier Reverte: viajes de papel

19 Mar

JavierReverte.0Soy viajera de corazón: me gustaría estar en perpetuo movimiento y visitar sin descanso distintos lugares del mundo con la única condición de tener un sitio al que regresar de vez en cuando. Así lo sueño y lamento que mis sueños sean mucho más amplios que mis realidades.

Javier Reverte me ayuda a equilibrar esta situación con sus libros. Con Reverte paseo las calles, converso con la gente y bailo al son de su música. No hay demasiados monumentos en sus páginas, pero todas y cada una de ellas están impregnadas por la vida: la que late en los mercados, en las mesas, en las plazas. Leer sus libros es conversar con un viejo amigo de su última escapada: anécdotas, historias con nombre propio que van dibujando sin esfuerzo esa geografía humana en la que los rasgos distintivos no los marca la raza, sino las costumbres, la forma de entender la vida o la bondad o dureza del clima.

Le gusta a Reverte contextualizar sus viajes hablando de ese pasado que configura el presente de un pueblo, y lo hace de forma natural sin que tengamos la impresión de que haya didactismo  en sus palabras, sino la curiosidad del viajero que se adelanta al viaje de la misma manera que lo rememorará, ya en casa, delante de un montón de fotografías.

Reverte no es turista, viaja a la antigua usanza, sin prisas, manteniendo la mirada expectante de un niño ante un nuevo escenario. No hay un plan preconcebido: como el mismo autor confesó en un encuentro con los lectores, a menudo se ha puesto en marcha para escribir un libro de viajes y el camino le enseña que es un poemario o una novela lo que esa tierra le susurra. Se deja llevar por los días y no se cansa de mirar a los ojos a los hombres y mujeres que con él se cruzan. Los miles de kilómetros que acumula en sus espaldas le han enseñado que lo mejor del camino es el encuentro con el ser humano a veces tan cercano como nosotros mismos.

En sus libros hay con frecuencia, junto al viaje real, un viaje literario: “El corazón de las tinieblas”, la “Odisea” o la poesía irlandesa sirven de pretexto o quizá de detonante para ponerse en marcha. Todos hemos fantaseado con seguir las huellas del protagonista de algún libro, convencidos de que el espacio nos revelará secretos que las páginas no han podido por sí mismas: emular a los personajes de la novela  y recorrer los lugares a los que el texto hace referencia. Reverte lo hace así y provoca también en su lector el deseo irrefrenable de leer los libros que cita para descubrir qué verdades encierran.

Comparte también el autor de forma generosa sus reflexiones, su manera de entender el viaje: “el que viaja solo lo hace abierto al mundo”, nos dice en “Vagabundo en África”. Y desvela con naturalidad la introspección que toda ruta lleva aparejada: al fin y al cabo, el viaje es también un espacio para la reflexión y el crecimiento, un camino de soledad que nos lleva hasta el centro de nosotros mismos. Quizá sea ese el auténtico objetivo.

Uno de los últimos libros que mi padre leyó fue “El río de la luz”, que sigue las huellas de los buscadores de oro en el río Yukón, cuya odisea inmortalizó Jack London con tanto acierto en sus novelas. No puedo olvidar la enorme satisfacción que le produjo esta lectura, los párrafos que compartió conmigo y las veces que dijo: “así lo había imaginado”. La realidad de las páginas de Reverte convirtieron en real un deseo de juventud: viajar al Canadá. Solo lamento el no haberle agradecido personalmente al autor en su visita a Málaga el placer que sus páginas produjeron en este viejo aventurero, y en mí, que lo veía disfrutar tanto.

Os dejo ya, tengo que hacer mi maleta, quiero estar preparada para acompañar a Reverte en su próxima aventura.