«Yo no creo que deba volver infantiles las cosas que presento a los niños.
Yo respeto a los niños y ellos me comprenden».
Rabindranath Tagore
He realizado el taller «Clasicos enredados« estas navidades con chicos de 8 a 10 años.Trabajamos con las versiones originales, las que nacieron alrededor de una hoguera y viajaron de boca a oído regalándose de generación en generación y tratando de los temas intemporales que atañen al ser humano. Crueles en ocasiones, como en ocasiones es cruel la vida y con una carga de enseñanza vital que no les resta ni un ápice de diversión.
No me refiero a las versiones edulcoradas que el mundo Disney ha popularizado, ni tampoco a esas otras “políticamente correctas” que la corteza de miras de algunos han intentado vendernos en los últimos tiempos; me refiero a las historias primigenias que no han sido desvirtuadas y que siguen resultando de una actualidad sorprendente como descubrimos día a día en el taller.
Niños abandonados, malvados padres, peligros acechando a los pequeños, pero también la inteligencia, la bondad y la generosidad como aliados ayudando a superar las dificultades a las que se enfrentan los protagonistas. Historias de crecimiento, iniciáticas, que permiten acceder al mundo adulto con la distancia del que se asoma a una ventana, pero al mismo tiempo, sintiéndose identificado, compartiendo miedos y tomando partido. Vivir implica hacer elecciones, luchar para conseguir un objetivo y eso, al fin y al cabo, es lo que nos proponen estas historias.
¿Censurar?. No creo que debamos censurar, aunque sí acompañar en la lectura y provocar el diálogo con los niños para contextualizar , matizar y llegar a entender plenamente lo que esta nos plantea. La empatía, pero también el sentido de la justicia , los retos unidos a la confianza en las propias capacidades, los enemigos y frente a ellos, los aliados; situaciones que pertenecen a la ficción pero que permiten a los pequeños caminar con seguridad en el mundo real.
Hemos recorrido las historias, inventado argumentos para justificar la poco recomendable costumbre de “comer niños”, fantaseado sobre esos personajes secundarios de los que solo sabemos el nombre pero que han crecido en las cabezas de los chicos, y preparado entrevistas para descubrir todo aquello que queríamos saber y nunca nos contaron los protagonistas. Hemos mezclado cuentos, inventado finales y cuestionado a algunos príncipes.
Hemos reído, pensado y despertado la curiosidad, y sobre todo, hemos descubierto que esas viejas historias siguen estando tremendamente vivas.