Archivo | noviembre, 2013

Bibliotecarios: héroes del silencio

28 Nov

shiiiLlevo toda la semana trabajando con alumnos de primer ciclo de Secundaria. Estamos realizando un taller de formación de usuarios con el objeto de convertir la biblioteca en un espacio familiar en el que los jóvenes aprendan a moverse como en su propia casa. Los grupos han sido fantásticos, han escuchado con atención las explicaciones y participado en las actividades propuestas con orden y respeto. Aún así, ha habido quejas por parte de algunos usuarios por “el jaleo” que armaban los chicos.
Esta situación se repite con demasiada frecuencia en nuestras bibliotecas. A pesar de la existencia de salas diferenciadas en la mayoría y de programar y anunciar las actividades con antelación, algunos usuarios reclaman  silencio insisténtemente  llegando a  expresar sus quejas por escrito.
Los bibliotecarios se encuentran en una incómoda posición , teniendo que realizar en muchos casos un verdadero despliegue diplomático para evitar los conflictos. Algunos, menos combativos, se rinden a las exigencias de esa mayoría que reclama silencio y suspenden o reducen al mínimo las actividades en su centro de trabajo.
No juzgo a los que así actúan. Sé lo complejo que resulta compaginar los intereses de todos, pero creo que esa dictadura del silencio tiene un carácter limitador y de exclusión que está en contra del propio espíritu de la institución.
Mercé Escardó, bibliotecaria de Can Buitjosa, ideó hace años una actividad encaminada a concienciar a los niños sobre la necesidad de respetar el silencio dentro de las salas. Con una tirita sobre los labios, los asistentes disfrutaron de la actuación de un mimo, tras lo cual se les repartieron fotocopias con el lenguaje signado y se les explicó su utilidad. A partir de ese día, a los usuarios que hablaban en un tono inadecuado se les invitaba a salir fuera de la sala y sólo podían volver si eran capaces de decir al menos tres palabras con ese lenguaje. Una actividad ingeniosa que cumplía con un doble objetivo de concienciación.
La biblioteca, como espacio abierto e integrador tiene que ser flexible, compaginando el ambiente de recogimiento habitual con las actividades de los más jóvenes, o las molestias mínimas que la presencia de familias  con sus hijos  pequeños puedan ocasionar. Construir ese espacio de respeto y encuentro no es tarea de un día pero el esfuerzo merece la pena.
Recuerdo una hermosa historia que justificaba la presencia del cartel de “SILENCIO” en las bibliotecas con el único fin de hacer enmudecer las voces de los libros, que con sus historias y personajes podían llegar a  enloquecer a los bibliotecarios. Me gusta pensar que esa es su función.