Archivo | julio, 2012

Poesía necesaria: Karmelo C. Iribarren

6 Jul

Karmelo C. Iribarren
Descubrí a Karmelo C. Iribarren en una lectura poética en los jardines del Museo Picasso. La hora y el espacio predisponían a la escucha: las campanas y el sonido del agua encontraron su nido en estos jardines donde todo lo demás calló para dejar un hueco  a las palabras.
Y fueron hermosas las palabras que se dejaron oír en esa noche, hermosas y sinceras: conmovedoras.

Si pienso en la poesía de este autor, honesta es el adjetivo que me viene a la boca. Karmelo mira de frente la vida, se mira a sí mismo y se cuenta (nos cuenta un poco a todos) con realismo, con crudeza a veces, pero con un toque de ironía que consigue suavizar la situación.

Pasear la ciudad, detener la mirada en la parada de un autobús, cruzarse con extraños y conocidos, reír y llorar con lo que ha visto. Eso hace Iribarren  con sus poemas, observar y contarnos lo que ve, lo que ve dentro y lo que ve fuera, sin artificios, con la palabra desnuda y directa con la que pinta las escenas y que nos convierte en espectadores de primera fila.

Yo quiero envejecer como sus versos, así , sinceramente; descubrir que no hay tiempo ya para el engaño, que es hora de enfrentarse a los espejos y de encarar los días con algunas certezas a la espalda.

Confieso que leer «Ola de frío» me hizo tambalear; su poesía te golpea, no admite la trampa, no puedes esconderte de ella, no juzga pero dice verdades que son tuyas.
Os dejo con unos poemas de muestra y un enlace para saber más de este autor.

La chica de la marquesina

Sale de la marquesina y mira
hacia la izquierda:
vuelve y reinicia su pequeño
claqueteo nervioso.
No aguanta más, se muere, necesita
que llegue el autobús, la vida, todo
lo que ésta le tenga reservado.
Y lo necesita ya, ahora, esta noche de sábado.
Mañana es una entelequia, una ficción,
un planeta a años luz.
Y vuelve a salir y mira y se consume de deseo.
es terriblemente desgraciada un segundo
y al siguiente – llega el autobús al fin – se ríe
y parece que amanece en el mundo.
Y yo la miro y pienso,
que aunque sólo fuera por eso,
por esa fuerza, por sentir
lo que ahora mismo está sintiendo ella,
merece la pena vivir.

Ola de frío.Ed. Renacimiento

Romanticismo

Dice que le regalé una estrella,
dice que fue en el puerto,
una noche de domingo,
cuando empezábamos a salir.
Yo no recuerdo nada, la verdad,
hace media vida de eso. Pero,
vete tú a saber. Bien mirado, puede
que hasta sea cierto: veinte años,
tonto perdido de amor,
y sin un duro en el bolsillo…
Qué otra cosa le vas a regalar.

Otra ciudad, otra vida.